MIGRANTES: EL MOTOR OCULTO QUE NADIE QUIERE MIRAR

¿Y si mañana desaparecieran los migrantes de España? La pregunta incomoda, Molesta. Pone nervioso a más de uno, pero también es legítima, necesaria. Porque, por más que se repita en tertulias o redes sociales que “los migrantes vienen a quitarnos”, los datos, fríos e incontestables, muestran lo contrario: sin ellos, buena parte del país simplemente dejaría de funcionar.

Este ejercicio, planteado desde lo hipotético, revela una verdad que muchos prefieren no ver: que España depende profundamente de su población migrante. No como un gesto de caridad o integración, sino como una cuestión estructural, económica y social. No se trata de solidaridad, se trata de realidad.

Para empezar, el campo español, uno de los pilares de la economía alimentaria, no podría sostenerse sin la mano de obra extranjera. Mas de 250.000 personas migrantes trabajan en él. En regiones como Murcia, casi el 60% de los trabajadores agrícolas son foráneos. Si mañana no estuvieran, las campañas de recolección se paralizarían. Frutas, verduras, aceitunas y uvas se quedarían sin recoger. La escasez provocaría un alza de precios. Las exportaciones caerían. Y, en última instancia, las mesas españolas empezarían a vaciarse.

Pero la dependencia no se detiene ahí. En los hospitales, centros de salud, residencias y ambulancias, más de 100.000 sanitarios migrantes forman parte de un enlace fundamental, son médicos, enfermer@s, auxiliares, celadores y personal de limpieza. Si desaparecieran, las listas de espera se dispararían, muchos servicios colapsarían, especialmente en zonas rurales, y la calidad del sistema sanitario se vería gravemente afectada. En otras palabras, el llamado Sistema Nacional de Salud también se sostiene con miles de manos extranjeras.

A ello se suma un trabajo aún más invisibilizado, pero absolutamente esencial: el de los cuidados. El 43% del personal del hogar son mujeres migrantes. Ellas cocinan, limpian, cuidan niños, acompañan a mayores, atienden a personas dependientes. Si ellas no estuvieran, muchas familias no podrían conciliar vida laboral y personal. Muchas mujeres españolas se verían forzadas a abandonar sus empleos. La sobrecarga familiar aumentaría y la igualdad de género retrocedería décadas.

Además, es necesario observar un fenómeno que rara vez se discute abiertamente: la crisis demográfica. España tiene una de las tasas de natalidad más bajas de Europa. Mientras muchas parejas españolas posponen la maternidad por inseguridad laboral y falta de apoyo, las familias migrantes siguen teniendo hijos, formando redes de apoyo, criando desde el esfuerzo colectivo. Esos niños sostienen las escuelas abiertas, rejuvenecen la población y representan el futuro. Si ellos no nacieran aquí, el envejecimiento seria aún más acelerado y el sistema social simplemente no aguantaría.

En este mismo sentido, la llegada de personas migrantes ha revitalizado lo que muchos llaman la “España vaciada”. Pueblos que estaban condenados al abandono han recuperado vida: hay niños, negocios, escuelas abiertas, panaderías funcionando. Un ejemplo contundente es Torre-Pacheco (Murcia), donde el 29% de los cotizantes son extranjeros y la renta per cápita ha pasado de 23.000 a 30.000 euros en apenas cinco años. Sin ellos, volvería el silencio, cerrarían escuelas, se perderían servicios básicos.

Asimismo, la hostelería y el turismo, sectores clave en la economía española, se sostienen en gran parte gracias al trabajo migrante. Mas del 21% de los empleos en restauración los ocupan personas extranjeras: cocineros, camareras, lavaplatos, repartidores. Si se marcharan, miles de bares, restaurantes y hoteles cerrarían sus puertas. El turismo que representan el 12% del PIB, sufriría un golpe duro.

Por si fuera poco, el aporte migrante también sostiene la economía desde la más estructural: las cotizaciones. Hoy, casi tres millones de personas extranjeras están dadas de alta en la Seguridad Social, representando el 13,8% del total. Sus aportaciones superan los 16.000 millones de euros anuales según el Banco España, un cuarto del crecimiento del PIB per cápita desde 2022 se debe a los migrantes. Y no es menor: las pensiones, la sanidad y la educación dependen, en gran parte de sus contribuciones, sin ellas el Estado del Bienestar se caería.

Por otro lado, también están los miles de emprendedores que cada año abren más de 50.000 negocios en España: tiendas, restaurantes, peluquerías, talleres. Negocios que crean empleo y aportan dinamismo económico. Lejos de quitar, los migrantes crean, lejos de competir, construyen.

Preguntarse qué pasaría si los migrantes desaparecieran no es un ejercicio de ciencia ficción. Es una forma de poner en evidencia lo que muchos prefieren negar: que España no solo los necesita, sino que ya depende de ellos, económica, demográfica y socialmente.

Por eso, la verdadera pregunta no es que pasaría si se van. La verdadera pregunta es ¿Por qué seguimos tratándolos como si no importaran?

CONCLUSION

En definitiva, imaginar una España sin migrantes no es solo un ejercicio provocador: es una llamada de atención urgente. Porque los datos no mienten, aunque se nieguen desde ciertos discursos. Las personas migrantes no solo contribuyen: sostienen sectores clave, revitalizan comunidades, cuidan, producen, emprenden y cotizan. Son parte esencial del país y serán aún más determinantes en su futuro.

Ignorarlo no cambia la realidad, invisibilizarlos no borra su impacto, estigmatizarlos no frena su contribución, lo que si podemos cambiar es el relato: pasar del prejuicio al reconocimiento, del miedo a la verdad y del rechazo a la justicia.

Porque al final, no se trata de “integrar” a los migrantes en España, se trata de reconocer que ya están integrados. Que sin ellos este país no camina y que con ellos España tiene una oportunidad de avanzar con dignidad, diversidad y sentido común.

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